top of page
Buscar

¿Debo tener un MENTOR? ¿O ser uno? (La segunda parte)

  • Foto del escritor: ruthyrv08
    ruthyrv08
  • 1 feb 2023
  • 2 Min. de lectura


ree

El hermoso y profundo amor de Dios


Tenía alrededor de 13 años y estaba en un momento muy difícil de mi vida. Me acababa de enterar ese año que una prima, mi mejor amiga en ese momento, había sido matada. Empecé a rebelarme en la escuela y en casa. En ese momento, mis padres ya se habían divorciado durante unos tres años y yo me había vuelto distante y vulnerable debido al trauma. Mi mamá tuvo que tomar la difícil decisión de enviarme a vivir por una temporada (todo el verano) con la hermana mayor de mi mamá.


Esto se convirtió en el punto de retorno de mi adolescencia.


Me fui a vivir con mi tía y mi tío y me quebranto, me cambió. Vivían en ese momento en un pequeño apartamento de una habitación y en su casa Empecé a encontrarme con el Amor genuino de Dios. Me invitaban a asistir a la iglesia con ellos y a sus devocionales familiares de cada tarde, pero solo negaba de mala gana cada vez. Después de unas pocas veces, mi tía dejó de preguntar. Había tanta apatía en mi vida. Simplemente me hundía en un estado de zombi todos los días mientras me sentaba en el sofá frente a su televisor. Sin embargo, con cada día que pasaba, el Espíritu Santo estaba suavizando mi corazón.


Una tarde, mientras hacían devocionales, mi tía me invitó a unirme a ellos. Esta vez, me vi obligado a unirme a ellos. Lo que pasa es que yo había estado presenciando lo que es el amor de Cristo, a través de su dinámica familiar. A veces estaban en desacuerdo, pero se reconciliaban y amorosamente continuaban con sus días. Su auténtica fe y el amor de Cristo brillaban cada día, atravesando la oscuridad de mi vida.


Mientras estaba sentada allí escuchándolos, El Espíritu Santo comenzó a ministrar y consolar mi alma a través de ellos. Como si supieran lo que estaba pensando. Como si supieran el dolor, la amargura y de las cadenas de que necesitaba librarme. Ellos sabían porque Dios sabía. Jesús quería liberarme.


Empecé a arrepentirme y a confesar todo lo que sentía. Oraron por mí y mientras oraban comencé a escuchar (en lo natural), cadenas rompiéndose y cayendo al suelo. Empecé a sentir de nuevo.

Había experimentado el hermoso y profundo amor de Dios. Jesús me había liberado de la pesadez y las cadenas que me tenían atada. Sin siquiera saberlo, mi tía y mi tío se convirtieron en los mentores ejemplares que tanto necesitaba y Dios, que es tan intencional, hizo que fueran los mentores que necesitaba tener ese año.


¿Quién en tu vida actualmente, está desesperado por tu guíanza?


Permita que el Espíritu Santo te revele quién en este momento esta necesitando de alguien, en que puedas infundir el amor de Cristo en sus vidas.


Tu amigo en Cristo,


Ruthy Villanueva



 
 
 

Comentarios


bottom of page